domingo, 20 de mayo de 2012

Historia

Un anciano andrajoso llegó al ayuntamiento de la aldea para recoger el pan que le concedía la Oficina de Beneficiencia. Iba acompañado por un perro tan viejo, tan flaco y tan pobre como él. El alcalde, un rico propietario bien alimentado y de rostro colorado, dijo al mendigo: ¿No te da vergüenza repartir con este animal lo que te concede la caridad pública? La gente sin medios no tiene que alimentar a los animales. Perdón, señor -repuso el pobre-, pero cuando le doy al perro las cortezas que son demasiado duras para mis dientes, él me mira de una manera que me induce a creer que el pan es menos seco, tengo la impresión de que dentro hay queso.

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